Hoy, nuestra profesora de lengua, Marta, nos deja un precioso comentario de un libro precioso, Seda.
¡Muchísimas gracias por tu colaboración, Marta!
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Alessandro Baricco (Turín, 1958)
presentaba la edición italiana de Seda en 1996, con estas palabras:
Esta no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Esta es una historia. Empieza
con un hombre que atraviesa el mundo y acaba con un lago que permanece inmóvil,
en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe.
Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no
habría valido la pena contarla.
De lectura fácil
y rápida, que os llevará muy poco tiempo, por breve y porque es posible que no
queráis dejar de leer, tiene un desenlace magistral, que no voy a desvelaros.
Al hilo de las palabras del autor, que nos avanza lo que no es, os animo a que
seáis vosotros quienes, tras la lectura, intentéis resolver todo lo que sí es.
El argumento es
sencillo: En el siglo XIX, Hervé Joncour, un comerciante de gusanos de seda francés
viaja desde Lavilledieu, su tranquilo pueblo, a un Japón todavía feudal para
conseguir huevos de calidad. En Japón conoce a la esposa occidental de Hara
Kei, el señor de las tierras que producen los mejores huevos de gusano del
mundo, de la cual se enamora de un modo que cambiará su vida. En cada uno de
sus regresos a Francia lo esperan Baldabiou,
quien ha introducido esta empresa en el pueblo, y su bella e inteligente
esposa: Hélène.
En apenas 65
capítulos muy breves, de los cuales pocos pasan de una página y otros contienen
tan solo dos frases, el autor consigue dejar en el lector el poso de varios de
los temas esenciales de la literatura de todos los tiempos.
Entre estos
temas que, con delicadeza, se desprenden de su lectura, el amor (en diversas
formas: sereno y cotidiano, pasional, fascinante e idealizado), los viajes y, a
través de ellos, el viaje interior del protagonista hacia su esencia, el
significado de la vida y su misterio o el concepto de destino.
Algunos de los
capítulos son muy visuales, con descripciones plásticas e insinuantes, como
pinceladas; otros se repiten casi completamente, como los del inicio de cada
viaje, con leves variaciones capaces de modificar todo, como un instante es
capaz de cambiar una vida.
De este modo, los
temas y la forma, con un ritmo fluido y leve, se entretejen en esta obra al
modo de la seda; firme, pero suave y liviana a la vez.
Así comienza:
Aunque su padre había imaginado para él un
brillante porvenir en el ejército, Hervé Joncour había acabado ganándose la
vida con una insólita ocupación, tan amable que, por singular ironía, traslucía
un vago aire femenino.
Para vivir Hervé Joncour compraba y vendía
gusanos de seda.
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