Eider Alonso Cebrián, de 3º C, nos deja su comentario sobre De Lukov con amor, de Mariana Zapata.
¡Gracias por colaborar, Eider!
Jasmine una chica amante del patinaje artístico, que vive con
su madre; comienza
a asimilar que la oportunidad de dedicarse al patinaje de manera profesional
se está esfumando. Todo son problemas, sin compañero, sin entrenadora, sin
dinero…
Pero todo esto cambia cuando aparece una nota de la directora
del complejo Lukov (las pista en la que ella entrena) en su taquilla. Piensa
que se trata de un error al encontrarse allí con la persona que más detesta en
el mundo, Iván Lukov (el mejor patinador de la última década); y se extraña aún
más cuando su entrenadora le propone trabajar con él durante un año. Ella
desconfía, ya que le resultaría muy difícil aguantar un año entero junto a esa
persona, pero viendo que es su única y mejor oportunidad tendrá que aceptar…
Y reconsiderar muchas cosas, entre ellas a Iván Lukov.
Este libro escrito por Mariana Zapata y desarrollado en el
ámbito del patinaje sobre hielo, superó mis expectativas dejándolo como una de
mis lecturas favoritas de este año.
Tiene un romance sanísimo, a pesar de empezar siendo un enemys to lovers (lo que significa que
los dos protagonistas se empiezan odiando y se llevan fatal), pero esto va
evolucionando, ya que tras la petición de Iván deben de tratar de ser “amigos”
(o por lo menos delante de la prensa…)
Cuenta con 440 páginas y 24 capítulos y estas son sus primeras
líneas:
Cuando me caí de culo por quinta vez
seguida, imaginé que era hora de dejarlo. Al menos por ese día. Ya podrían
soportar mis nalgas otras dos horas de caídas al siguiente. Tal vez no les quedaba
otra si no averiguaba que estaba haciendo mal, joder. Era el segundo día
consecutivo que no conseguía aterrizar un puñetero salto.
Apoyándome en la nalga
en la que había caído menos veces, resoplé de frustración y conseguí guardarme
en la boca el <<me cago en la puta>> que ansiaba gratar; y cuando
eché hacia atrás la cabeza hasta quedarme de cara al techo, me di cuenta casi
de inmediato de que la decisión había sido un maldito error. Porque sabía lo
que colgaba del techo en la cúpula del pabellón. Con mínimos cambios, era lo
que llevaba viendo los últimos trece años.
Banderolas. Banderolas
colgadas de las vigas. Banderolas con el nombre del mismo imbécil en todas.
IVAN LUKOV. IVAN LUKOV. IVAN LUKOV. Y MÁS IVAN LUKOV.
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